El martes 3 de mayo, a las 19,00 en la Casa de la Cultura de Azuqueca de Henares (y el miércoles 4 de mayo a las 19,30 en la FLLIC de Cuenca), se presentará el libro 101 pulgas, escrito por Paula Carballeira, Pablo Albo, Pep Bruno, Pepe Maestro y Félix Albo, de la editorial Palabras del Candil. Este libro es la reiteración de la propuesta que presentaba 99 pulgas, un libro escrito por tres de estos autores en el que había 99 cuentos breves.
En esta ocasión, cada autor ha escrito veinte cuentos breves, brevísimos en algunos casos, intensos, divertidos, deliciosos, sorprendentes, tiernos, fieros, agudos, ingenuos, sencillos... y picosos, siempre picosos: cuentos que pican y a los que hay que volver una y otra vez (porque el comer y el rascar, todo es empezar).
La ilustración de cubierta es de Mariona Cabassa, magistral, como siempre. Y el prólogo es otro regalo excepcional, un prólogo-pulga (de ahí el 101 del título) escrito por Charo Pita y que dejamos aquí como muestra para ir abriendo boca.
PRÓLOGO A LAS 101 PULGAS, de Charo Pita
Mientras su discípulo consultaba los tomos más gruesos de las enciclopedias y meditaba sobre lo escrito, el maestro se sentaba frente a una cabaña leyendo y releyendo una pequeña historia que alguien había garabateado en uno de sus muros.
--Maestro, le reprochó un día el discípulo. Habiendo en el mundo tantos libros hermosos y profundos ¿qué hacéis ahí sentado, recitando una y otra vez esa historia escrita en una simple frase?
Sin apartar la vista de la pared, el maestro le respondió:
--Observo que prefieres el elefante a la pulga.
Pensando que el maestro lo estaba poniendo a prueba, el discípulo no dudó en replicar:
--Naturalmente. Me gusta salir de vez en cuando a la selva para admirarlo. El elefante es el rey de los animales, poderoso, fuerte, hermoso…
--Y tan pesado que puede aplastarte, añadió el maestro. Hubo un tiempo en que disfruté del elefante, pero ahora prefiero la pulga. Es la reina de lo conciso. En su pequeño cuerpo reúne el poder, la fuerza y la hermosura del elefante. Además, no tienes que salir a buscarla, ella te encuentra en cualquier parte y una vez que te encuentra…
En ese preciso instante, el discípulo se levantó de un salto y comenzó a
sacudirse la ropa.
--¡Maestro!¡Maestro!, gritó. ¡Una pulga! ¡Me pica!
--Pues ráscate, hijo, le recomendó el maestro al tiempo que se ponía en
pie. Ráscate como yo me rasco.
Y así, sin decirse ni una palabra más, desaparecieron sendero arriba: el discípulo despellejándose el cuerpo con las uñas; el maestro murmurando una y otra vez la historia escrita en la pared.
Cada uno rascándose su pulga.
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